La nube negra en el futuro de Trump
Las expectativas de Donald Trump para volver a ocupar la presidencia de los Estados Unidos se encuentran seriamente comprometidas.
Las expectativas de Donald Trump para volver a ocupar la presidencia de los Estados Unidos se encuentran seriamente comprometidas. Una cosa es mimetizarse con el matón de película que amedrenta a todos y que tanto excita a algunos sectores de la ultraderecha de su país, y otra haber sido declarado formalmente como un depredador sexual con muy pocos escrúpulos para abusar, o por lo menos intentar hacerlo, de cuanta mujer tuvo la desgracia de resultarle grata.
A esto habría que sumarle el agravante de intercambiar favores con mujeres de dudosa reputación en paralelo con sus campañas políticas. La sociedad estadounidense es poco tolerante con esos “caprichos”, menos aún los conservadores que son el target de la también exestrella de televisión.
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El capitulo más reciente, de lo que muy bien terminará siendo un grueso best seller, ocurrió hace un par de días cuando un jurado falló en contra del magnate en un caso de violación en agravio de la columnista E. Jean Carroll en 1996. Si bien los miembros del tribunal no pudieron acreditar el delito, sí encontraron elementos para acusarlo de haber abusado sexualmente de la periodista, hecho que el expresidente ha negado hasta la saciedad.
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Los cinco millones de dólares de indemnización que deberá pagarle a la víctima, son apenas los primeros costos de un camino cuesta arriba para volver a ocupar el más alto cargo político en la Unión Americana, además de cargar ahora con el poco honroso récord de ser el primer presidente en la historia de Estados Unidos en ser declarado culpable de abuso sexual.
En una jornada de reveses, Donald Trump, en paralelo, recibió una orden del juez Juan Merchan de Nueva York, que lo limita a publicar datos relacionados con los pagos irregulares a una actriz porno durante la campaña electoral del 2016. Pero el curriculum judicial de Donald Trump es un poco más extenso que eso. También en Nueva York tiene pendiente una causa por 34 delitos graves de falsificación de registros comerciales y a esto hay que agregarle que se encuentra bajo investigación criminal luego de haber instigado a una turba a tomar el Congreso tras su derrota electoral en el 2020. Por si fuera poco, a esto hay que sumarle que literalmente se robó documentación oficial tras dejar el cargo.
Ciertamente Trump sería un candidato fuerte dado el alto número de seguidores que tiene, lo que habría que ver es hasta qué punto el partido republicano estaría dispuesto a transigir con sus principios históricos, máxime cuando tiene un aspirante con las mismas características del expresidente -Ron de Santis, gobernador de Florida-, pero con un expediente en blanco en lo que faltas contra la moral se refiere. Es difícil prever lo que ocurrirá durante las primarias republicanas a celebrarse en Milwaukee, Wisconsin, en julio del próximo año, lo que es un hecho es que el expresidente sigue sumando negativos y así muy difícilmente le habrá de alcanzar el oxígeno para llegar.
Tomar decisiones enojado
Después del vahído o “desmayo transitorio” -que pudo ser cualquier cosa, menos covid-, el presidente López Obrador regresó con más enojo e insultos hacia sus adversarios, como le gusta llamar a quienes no piensan como él, y con más prisa de hacer lo que le queda pendiente, más lo que se le ocurra, como su ahora llamado Plan C, que no es otra cosa que una promesa de campaña.
No sorprende que la terquedad, frustración e ira nublen la mente de cualquiera que no tenga la inteligencia emocional para mantenerse ecuánime ante la adversidad, lo cual lleva a tomar decisiones erradas que se pueden suceder en cadena, desde la apuesta a lograr la mayoría calificada en el siguiente congreso, sintiéndose seguro de ganar la Presidencia, hasta descuidar la regla política de que la forma es fondo.
Ejemplo de ello fue el pasado lunes, que fueron fotografiados llegando en camionetas blindadas a Palacio Nacional dos de sus hijos, José Ramón y Andrés Manuel, Andy, ambos en medio de escándalos, el primero por las casas que habita y su vida de sibarita, mientras el segundo por algo que para su papá no es nada, pero que en cualquier parte del mundo es tráfico de influencias.
Al parecer al presidente le ha faltado desahogarse todavía más, porque de otra forma no habría el desaseo con el que se vio llegar a sus hijos a Palacio Nacional, un mensaje implícito de que López Obrador quería hablar con ellos personalmente sobre los temas que les involucran y que no hay cómo explicar sus cuestionadas acciones, por lo que opta por la descalificación en lugar de la transparencia.
La falta de serenidad se percibe de sobra en cada conferencia mañanera, ya no sólo en las declaraciones sino en las decisiones antidemocráticas y dictatoriales que todavía hoy encuentran contención por el equilibrio de poderes… Todavía.